guiado por las apariencias

7/2/09

A dioses.

Gustavito Courbet, El Mar desde Palavas.
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"It's a hell of a thing, killing a man. Take away all he's got and all he's ever gonna have."

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"Es algo horrible matar a un hombre. Le quitas todo lo que tiene y todo lo podrá llegar a tener", esto lo decía Will Munny, el asesino de mujeres y niños. Ayer, mientras terminaba de cerrar una etapa de mi vida que ha sido demasiado larga, cogía el autobús que me alejaría de la universidad por última vez y todo lo que veía desde la ventana tenía sabor a despedida. Incluso cuando acabas algo que en absoluto ves como positivo, las despedidas tienen siempre su poso de melancolía, aunque sea la melancolía de no haber sabido hacerlo mejor. Para los seres parlantes, vivir es estar muriendo constantemente: Pensamos las cosas y les ponemos nombre porque queremos retenerlas, porque la capacidad de blandir herramientas va acompañada del castigo de la conciencia, de la conciencia de que todo pasa. Siempre el mismo río, aunque no podamos bañarnos dos veces en las mismas aguas. "De donde no se vuelve", se llama el video de García Alix, eso es la vida, un constante no volver. El recuerdo no es más que una trampa, la ilusión del tiempo.
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Hay una historia India cuyo protagonista es Indra, el dios heroico indoeuropeo, el equivalente a Zeus. Indra acude a Brahma, el espíritu universal, y le pregunta cual es el secreto de la maya, de la ilusión sensitiva del universo que acoje a dioses y hombres. Brahma le dice a Indra que cierre los ojos un instante, cuando los abre ya no es Indra, es una humilde campesina que vive en una cabaña. La vida de la campesina no goza de la intensidad épica de la vida del dios. No lucha con dragones que amenazan con tragarse la luz y los hunde en las tinieblas salvando al cosmos, pero, en cambio, descubre en ella un nuevo tipo de felicidad: la felicidad sencilla de labrar la tierra, de conocer un guapo joven y sentir el rubor en sus mejillas. La ilusión de que él venga a pedir su mano, de su boda humilde, de ver a sus tres hijos salir de sus entrañas. El trabajo es agotador, pero el clima ayuda, buenas cosechas y la vida sigue. Un año el monzón viene muy duro, hay inundaciones. La crecida se lleva a dos de sus chicos, el mayor y el marido intentan agarrarles, pero el agua empieza a arrastrarlos también, ella va detrás y se aferra al brazo de su esposo. Siente como el agua es más fuerte que ellos. Ve como, uno a uno, sus niños van cediendo y desaparecen río abajo. Al final sólo le queda su hombre, pero se le escurre, lo pierde y luego ella se va también. Mira a los ojos a su pareja antes de que se hunda para siempre y, simplemente, deja de luchar. Bajo la superficie aguanta la respiración unos minutos, luego no puede evitar que sus pulmones se llenen de agua. Entonces cierra los ojos y cuando los abre vuelve a ser Indra, el ejecutor de demonios. Delante de él, Brahma le ofrece una sonrisa cándida.
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Siempre el mismo río, pero nunca las mimas aguas. Si no tuviésemos memoria y palabras entenderíamos que todo se confunde en todo, sin límites, sin tiempo. Adiós días pasados, adiós a todos los amigos y enemigos a los que nunca volveré a ver. Adiós amores que no viví. Adiós, personas que no fui, cosas que no hice, porque no quise o porque no pude o porque no supe. Hay que aprovechar el tiempo que viene, es fundamental, sana angustia existencial. Adiós, a todos:
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Plata y oro.
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El Tejón.
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P.D. Se lo dedico a Lara, mi conexión en la India a la que últimamente no hago mucho caso. Larita, no recuerdo si la historia era exactamente así, ya me dirás. Además este post te pega...
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