guiado por las apariencias

29/9/11

Corridas (de toros).


A pesar de que he ido varias veces en el pasado a Las Ventas y he disfrutado de esa espacialísima experiencia que son los toros, estoy, hoy, en contra de las corridas. Entiendo que se trata de un espectáculo de otro tiempo; de un tiempo en el que el mito de la lucha contra la bestia tenía sentido porque la Naturaleza vivía aun días de gloria en los que era temida y respetada por el hombre, su rival. El hecho de que los toros no tengan ya sentido no es ninguna buena noticia para los animales en general, ni para los toros en particular y, posiblemente, tampoco sea demasiado bueno para las personas. Hoy, hemos sometido a una humillación tal a los animales, nuestra victoria es tan cruel y total, que celebrar un combate ritual resulta grotesco, como los espectáculos del Coliseo de Roma en los que se humillaba a los esclavos de los pueblos vencidos obligándoles a representar el papel de perdedores en recreaciones de batallas pasadas. Ha llegado la hora de cerrar las plazas, bastante sufrimiento causamos a las pobres bestias en los mataderos, en los bosques talados, en los mares contaminados, en el planeta recalentado…

Hace unos días se cerró la Monumental, pero ni siquiera se hizo por un deje de decencia ilustrada, ni por debilidad de una cultura que lleva una relación tremendamente hipócrita con la violencia, conviviendo con ella a diario pero escondiéndola debajo de la alfombra. La plaza de Barcelona se cierra por una estúpida disputa nacionalista en una tierra que tolera fiestas de tortura animal mucho más crueles y soeces. Qué mierda de banderas, se agitan como la muleta frente al toro, y las masas van detrás, olvidando su beneficio y su dignidad (esto último era lo único que se respetaba del toro en las plazas, al menos así debió ser en el pasado).

En su derrota física, las bestias nos han vencido moralmente. Hoy, algo que antes del XVIII era inconcebible, es un hecho de una claridad cristalina: que los animales son mejores que nosotros. Por algo temía Nietzsche la fuerza de los débiles, tanto ansiamos durante milenios hacernos más fuertes que la naturaleza, que no nos dimos cuenta de que al vencer, perdimos. Desde sus jaulas, desde sus reservas, desde sus ojos muertos en la arena, desde los mitos y los cuentos infantiles que han dejado de tener sentido: los animales nos recuerdan lo mucho que el poder nos ha corrompido, lo mucho que nos ha robado.

Espero que cierren más plazas.

17/9/11

Wish you were here.


Dicen que si uno se hunde en el agua y contiene la respiración todo lo que puede para sobrevivir, siente una sensación de liberación cuando al fin cede y aspira, dejando que sus pulmones se encharquen. Me cuesta entender cómo se sabe esto, supongo que algunos de aquellos cuyos pulmones acaban llenos de agua son rescatados justo antes del momento fatal y narran su experiencia una vez recuperados… Cuento esto porque me da la impresión de que el paso a la locura debe parecerse en cierta medida a esa experiencia: todo el día andamos sumergidos en el lenguaje, luchando por sostener esa frágil entidad que es la lógica, manteniendo la fe en el sentido, oponiéndonos a la imaginación. Es duro estar cuerdo, nadie lo está del todo. Es difícil no abandonarse a las alucinaciones, a la libertad de dejar ver a los ojos lo que se les antoje ver y no lo que deben ver; como vivir en un sueño.

El terreno de la locura tiene sabor de lucidez, aunque no podamos ejercer control alguno sobre lo que ocurre en esos parajes donde acechan los monstruos y los ángeles, nuestra única posibilidad de prescindir del límite, de su tosca ineptitud, es allá. Todos necesitamos volvernos un poco locos ocasionalmente, aunque sea de forma “semi-domesticada”; por eso nos embriagamos o nos sumergimos en la experiencia estética.

Pero la locura también es sufrimiento y necedad. Porque si el iluminado tiene un pie entre dos mundos, el loco se ha ido del todo y allí donde está, está solo. Ningún conocimiento, ninguna sensación, ninguna emoción tiene valor alguno si no se pueden compartir. El loco ha cambiado el papel secundario que todos jugamos en la guerra del mundo de los sujetos; por ser al fin protagonista, pero protagonista en una celda vacía, donde a penas él mismo está presente. Al final, en su encierro, la relación se ha invertido; y la lucidez ya no es la locura, si no la cordura. El loco, en momentos puntuales, como por destellos, entiende la áspera realidad: que la alucinación le ha consumido, y que sólo puede darle cierta coherencia moldeándola con la torpe herramienta que son los miedos más profundos, los dolores que conforman el código primario de nuestro ser.

Sin debilidades no seríamos nada, no seríamos nadie, no amaríamos. A nadie se le añora tanto como al loco, porque aun está ahí y al tiempo no está. La locura: en realidad, aunque la temamos, todos la comprendemos; como cualquier emoción o acto humanos. Porque, como enseñan Joyce y Borges, todos somos lo mismo; sólo estamos en puntos diferentes.

Wish you were here de Pink Floyd está dedicada a Syd Barrett, que tuvo que dejar la banda a causa de una crisis psicótica de la que nunca despertó.

PINK FLOYD - Wish you were here (1975 Spanish Edition Lp) (hq sound) by FJ2009 from FERNANDO J on Vimeo.




So, so you think you can tell
Heaven from Hell,
blue skies from pain.
Can you tell a green field
from a cold steel rail?
A smile from a veil?
Do you think you can tell?

Did they get you to trade
your heroes for ghosts?
Hot ashes for trees?
Hot air for a cool breeze?
Cold comfort for change?
Did you exchange
a walk on part in the war,
for a lead role in a cage?

How I wish, how I wish you were here.
We're just two lost souls
swimming in a fish bowl,
year after year,
running over the same old ground.
What have we found
The same old fears.
Wish you were here.

Así que crees que puedes distinguir
el Paraiso del Infierno,
el cielo azul del dolor.
¿Puedes distinguir una pradera verde
de un frío rail de acero?
¿Una sonrisa de un velo?
¿Crees poder distinguir?

¿Acaso te hicieron canjear
tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas calientes por árboles?
¿Aire caliente por brisa fresca?
¿Frío comfort por cambio?
¿Cambiaste
el ser figurante en la guerra,
por un papel protagonista en una jaula?

Como deseo, como deseo que estuvieses aquí. Somos solo dos almas perdidas
nadando en una pecera,
año tras año,
recorriendo el mismo viejo campo,
¿Qué hemos encontrado?
Los mismos viejos miedos.
Ojala estuvieses aquí.

7/9/11

Las historias importan.

Como las identidades, como las ideologías. Hoy las despreciamos, pero importan. Nos dicen que sólo importan los mercados, la economía, las propuestas y medidas tangibles, pero no es así. Las historias importan mucho más, como importan las imágenes, que son sus rivales y sus amantes. Las historias importan y dan dignidad a las personas que las crean, las portan y las viven. Las historias nos convierten en sujetos, son el arma para resistirnos a convertirnos en mercancía, nos liberan de los estereotipos, de los prejuicios, de los nacionalismos. Las historias nos individualizan y nos acercan; las buenas historias, las sabias y verdaderas. Necesitamos historias que no sean panfletos, que sean múltiples y libres, que seduzcan a nuestro hambre de conociemiento, no a nuestros miedos y odios.

El hombre, para conocer, necesita historias. Sin historias no sabemos nada. No existe el ensayo, sólo existe la lúcida intuición de la poesía, y el sólido encanto de la narrativa, y de sus historias.










6/9/11

En defensa de los charlatanes.

Algo que me gusta de Pulp Fiction, y del cine de Tarantino en general, es que elabora una lúcida defensa de los bocazas. Chesterton opina, y yo estoy de acuerdo con él, que es absurdo entender que cuando un hombre calla, es porque tiene mucho que decir. Si alguien tiene algo que decir, lo normal es que esté deseando decirlo, y si no lo hace, a menudo es por razones negativas: porque es tímido, porque es mudo, porque alguien se lo impide, porque prefiere guardarse sus buenas ideas para él en vez de compartirlas con el resto...

Pulp Fiction comienza con dos personajes que se dirigen a perpetrar un asesinato. Los sucesos que les ocurren a ambos a partir de ahí marcarán su destino. Jules, un tipo dicharachero, charlatán, que incluso llega a parodiar a un predicador, aprenderá de sus errores y se encaminará a una vida mejor. Vincent, el típico personaje taciturno que basa su encanto en un altivo uso del silencio, cometerá un error tras otro, hasta ser asesinado de forma humillante en un retrete con su propia arma.

Si Jules elige el camino correcto es gracias a la palabra. Gracias al pasaje de Ezequiel, 25 17. Pasaje que durante años ha malentendido utilizándolo como preludio de sus asesinatos, pero que finalmente cobra coherencia a modo de revelación.

Las palabras están esperándonos para darnos forma, para guiarnos. Es algo muy necio hablar sin sentido, pero para hablar con sentido a veces hay que probar, intentar y equivocarse. Decidirse a hablar es como cualquier otra acción, abre una posibilidad de fracaso, pero para aprender hay que tropezar.

Me gusta la gente que habla mucho, que se expone, que se arriesga. Que habla por el gusto de comunicarse, espontáneamente, siendo ellos mismos, y no de forma medida, intentando construir un personaje estudiado. Me gusta dejarme sorprender por las palabras, por las personas.

Casi todo lo que se, lo he aprendido hablando con los demás o hablando conmigo mismo.



P.D. Me sorprendo escribiendo este post justo después de otro que hablaba de un libro sin palabras. Esto es así por dos motivos: 1) aunque cada vez me gusta más leer, cada vez creo más que hay que "desendiosar" la palabra escrita y apreciar (y cuidar) más la comunicación oral. 2) Hay un momento para hablar, para hablar mucho, y otro para mirar, para mirar mucho. Son dos cosas muy diferentes y que merece la pena mantener diferenciadas, en parte para comprender mejor el misterio de los extraños elementos que unen ambos mundos, como las metáforas o los símbolos; pero de esto ya hablaré más adelante (si es que alguien me lee).

1/9/11

Poco que decir.










Planeo un libro sobre arte con cientos de páginas en blanco y preciosas ilustraciones. Habría sólo escrito los números de los capítulos, sus títulos y algunas frases perdidas como "el artista duda entre el deseo hacia la modelo, el trabajo de crear la obra o la contemplación de ésta; Pigmalión" junto a imágenes de la Suite Vollard. Un libro que pretenda reivindicar el disfrute frente a la excesiva palabrería.

Habría que buscar sólo obras que funcionen bien reproducidas. En cambio no tendría sentido meter a Calder, una lástima, porque se podría poner en la página de al lado, en un lugar perdido, hacia la mitad más bien abajo, una cita sobre este artista de Duchamp: "la sublimación del árbol en el viento".