guiado por las apariencias

27/7/10

Bobada.

Todo ese fuego vertido sobre una sonrisa
como un crisol que forja un recuerdo.
La verdad es un símbolo de interrogación
que marca con un hierro al rojo nuestra piel
separándonos para siempre de todo lo demás.

Llegó el momento,
niños, hombres, niñas, mujeres,
cada instante, mientras una gota de sangre resbala y termina cayendo,
llegó el momento.
Inevitable, imperceptible,
impreso en la sonrisa cuando nos alejamos y vemos las cosas pasar.

Desde un tren en marcha, desde un barco enorme con chimeneas,
llegó el momento.
Desde el piso más alto, desde un globo aeroestático,
llegó el momento.
Con los ojos llenos, con el alma a punto,
llegó el momento.

Apretando los puños, sintiéndonos lejos,
llegó el momento.
Con el sol en los ojos, abandonados al fin,
llegó el momento.
Llegó el momento.

Nos hallamos embarcados en una escena indescriptible
con los papeles perdidos
fallando a cada instante
en un juego tan complejo
en el que sólo dar un paso
es un acto heroico
aunque sea un paso en falso.

A veces, incluso, hacemos el amor.

De equivocarnos, de respirar,
Llegó el momento.

12/7/10

Palabras.



¿Qué puedes decir de la lluvia?
¿Qué puedes decir de la grava clavándose un poco en tus pies descalzos?
¿Qué puedes decir de la sensación que causa en tu cara tu propia sonrisa?
¿Qué puedes decir de una risa que escuchas de espaldas, una risa de alguien que sabes que nunca verás?
¿Qué puedes decir de un ataque de angustia?
¿Del miedo a ser madre?
De la fe.
Del deseo.
¿Qué se puede decir de la sensación de velocidad?
¿Del nombre de los días de la semana?
¿De los recuerdos de infancia?
De ver jugar a un niño y sentir que está haciendo algo que tú ya hiciste exactamente así,
que nunca volverás a hacer.
¿Qué se puede decir de los colores,
de la ropa con la que nos sentimos más a gusto,
de la culpa,
de la forma de las letras de imprenta,
de volver a ver a alguien y darnos cuenta de que habíamos olvidado la sensación que nos causaba su presencia?
¿Qué se puede decir de las fantasías?
De imaginar, por ejemplo, que somos un guerrero y el yelmo nos pesa.
¿Qué se puede decir del cansancio,
de la forma de las rosas,
de la vergüenza más estúpida?
¿Qué se puede decir del cansancio de un perro?

Lo más curioso de las palabras,
es que, aunque la mayor parte de nuestra vida
está hecha de ellas,
no tienen sentido.
Y si las arañas
sólo encuentras un ruido extraño, como al rascar una pizarra.

Lo más curioso de las palabras,
es que a penas podemos decir
nada de ellas.


11/7/10

Catorce.

Con el alma abierta
el señor de todas las derrotas
derrama sus gotas de saliba
sobre un vestido de noche vacío.

Sólo quedan pisadas y bolsas de basura,
los recuerdos que llaman al monstruo,
sombreros negros en casas blancas;
gritos de un sueño en descomposición.

Yo recuerdo a una chica rubia como el cielo
que nunca existió.

26/6/10

Aguijón azul,
te recibo con las palmas abiertas.
Regocijo al final de un fotograma verde.

La vida por bandera
es una muerte anunciada,
un rodillo de soledad
abandonado en el espacio infinito de la duda.

Todos los Domingos negros,
sin un solo recuerdo de tacto,
con el pecho perdido
y el cielo estallando, allá, lejos,
en un millar de colores artificiales.

Tus ojos claros, tus pies pequeños,
resquicios de realidad imposible,
puentes al último viaje de las almas,
una escuela cálida donde aprender a llorar de nuevo;
para estar ya muerto
cuando lleguen los lobos.

17/5/10

Los sueños.

Los sueños.

Como cristales de hielo caliente

que crecen en las sienes doloridas de los que duermen.


Tu cara.

Como promesa de felicidad,

de recuperar un jardín que nunca estuvo,

de apresar un puñado de arena que se escurre entre las manos.


La luz del sol.

Como una red real más allá de las palabras,

una imagen que abrasa las córneas y funde la angustia.

Una segunda oportunidad.


El desierto.

Como un carné de identidad de nuestro espíritu,

belleza abrumada, aullido solitario,

fuente de maldad.


Las manos.

Como huellas del paso del tiempo,

con dedos barrotes de acero,

charcos de agua sucia.

Recuerdos de todos los colores

repitiéndose como un castigo.


Los otros.

Como última esperanza.


Los animales.

Como alternativa imposible.


Los locos.

Como fuente de misericordia.


La ternura.

Como pura tristeza.


Tu cara.

Como promesa de felicidad.


28/4/10

Recuerdos que estoy teniendo dentro de treinta años.

Ahora que por fin no todo es posible
un caos de andar por casa
nos trae la calma de una tormenta de verano.

Toco tu pelo, rocío en tus mejillas,
te tomo como esposa con sólo decir "hasta mañana".

Cada noche, al fin solo,
aprendo a negar como un hombre.

La vida es un dulce sendero de ceniza,
preciosa, minúscula.

La luna quebrada llueve sus cristaless
para enseñarnos que se aprende al ser herido
porque la sangre que brota es el tiempo
que bombean nuestros corazones.

Cada golpe, cada suspiro,
nos acercan una porción minúscula de espacio
nunca suficiente
pero llena de consuelo.

Asintiendo descubro
que se puede ser poeta sin angustia
viviendo las cosas como si ya fuesen recuerdos.

Recuerdos que estoy teniendo dentro de treinta años.

23/4/10

Qué bien, pasó de nuevo.

Estuvo en aquel primer video de Björk que vi, aquel que tenía algo que yo reconocía aunque no sabía lo que era. Estaba, está o estuvo en el Demian de Hermann Hesse que leí sin parar en vez de estudiar la selectividad y que hoy considero un libro demasiado inocente. Estuvo en tu cara un día que te vi tan guapa que ni desearte pude. Estuvo en algunas montañas y puestas de sol que si se pintaran o se fotografiaran serían horteras. También en una película de Indiana Jones, cuando oí aquello de “que mis ejércitos sean las rocas, los árboles y los pájaros del cielo”. Fiestas drogado hasta rondar mis límites con música rítmica y gente borrosa. Romeo y Julieta, Joyce, la Música nocturna de Madrid, San Carlos de las Cuatro Fuentes y, también, Camela. Tantas veces en las que por fin yo no estuve. A veces, tu pelo.


Cada vez que la experiencia pura no duele, allí está. Más allá de todo prejuicio, más allá de mí, y no se puede explicar ni encerrar porque es lo único libre que tenemos los hombres y lo único que nos da algo de dignidad frente al resto de los animales que nos miran desde su eternidad, incapaces de comprender nuestra angustia.


¿Cómo no voy a ser melancólico si soy adicto a algo que siempre es fugaz y que nunca se acaba?


Hoy, descubriendo a Nach:



"Yo vivo entre millones que se buscam unos a otros; a ver, decidme, ¿a quienes buscáis vosotros?"
.

18/4/10

Madre muerte.

Madre muerte
sujeta mis tobillos
balancéame boca abajo.

Suena música de feria,
bailo un baile torpe y triste,
libre y viejo, solitario.

Pasión es posible contigo;
tu piel y tu voz
encima de una madre muerta.

Los pies descalzos, preciosos, descubiertos,
tu ser al fin
concebible por mis ojos.

Soy para ti
el hijo vivo
de la madre muerta.

12/3/10

Algún día, aun.

Algún día, aun,

todavía a mi corazón lo envuelve la esperanza

y escribo líneas tontas con palabras como éstas.

Grito al viento.


Algún día, aun,

me pierdo por el mal camino que es el bello,

intento ser un héroe, tan injusto.

Beso los pies de una estatua.


Algún día, aun,

me permito llorar por el pasado

y me olvido de las manos de los míos

recordando sus historias.


Algún día, aun,

todavía llueven lágrimas en mis mejillas,

y me nacen puñales de por dentro.

Me sonrío desde un ojo inamovible.


Algún día, aun,

huelo el miedo,

caigo en redondo,

flaqueo,

soy poeta, soy un arquero antiguo.

Fuerte para contar lo prohibido.


Algún día, aun.


20/2/10

Pensando tras leer La obra de arte... de Benjamin.

Benjamin piensa que en el cine y la foto el ritual ha muerto. Está muy equivocado, si la magia no se percibe, no se hace evidente en ellos, es, precisamente, por lo vivo que aun está su misterio. Son la pintura, la escultura y la arquitectura las que han perdido su aura, su valor ritual, y sólo existen y reflexionan sobre su propia existencia. La teoría en cine resulta insulsa, pedante, aburrida, innecesaria. En cambio, en las artes plásticas, la teoría ha fagocitado al arte. Dios maldiga a los historiadores y críticos de arte. Dios nos ha maldicho, de hecho, con el peor de los castigos. Nos ha arrebatado aquello que amábamos por medio de nuestras propias manos. Dios maldiga a la Academia Posmoderna.

No entendemos hasta qué punto creemos en el arte, en nuestro arte, en la publicidad, en el cine. No entendemos lo maravillosos que son; no lo entendemos porque no nos lo planteamos porque creemos en ellos a ciegas, sin pensar.

Al mismo tiempo, eso sí, sabemos que existen el montaje, las cámaras, la virtualidad... Sabemos que los actores son actores pero para nosotros también son los personajes. Sabemos que las modelos están retocadas por photoshop, pero al tiempo no lo sabemos. Creemos que son de verdad, más de verdad que nosotros, de hecho. Estas contradicciones, estas desmentidas, siempre se han dado en lo cultural, son la creencia, la magia, la religión. Creer es dar como cierto algo que no puede ser. La duda, la necesidad de certeza, destruyen la creencia. ¿Qué sentido tiene el sincretismo? ¿Por qué Alejandro pudo ser faraón? ¿Cómo era posible que fuese Atón el que movía el sol, si antes era Horus, si ambos son diferentes y sus sacerdotes rivales, pero cuando llega la paz son el mismo? ¿Cómo es posible la Trinidad? ¿Acaso los hombres de la antigüedad, que tantos restos magníficos nos han dejado, eran estúpidos? ¿Acaso no pensaban? ¿Acaso no había razón antes de la Ilustración? ¿Por qué adoraban a pedazos de piedra tallados por la mano humana como si fueran dioses?

Se sabía, se sabía pero se creía. Como en la sala de cine. La creencia no anula la conciencia, le propone una tregua. Esa tregua es fundamental para el arte, para la vida, aunque en su engaño tenga, siempre, parte de maravilla y parte de perversión.

El que no cree juega con el fuego abrasador de una libertad que le hace navegar muy cerca de la locura. Muy pocos se atreven a vivir sin nada por encima. Aunque en la era posmoderna la puerta que hay que atravesar para ser libre esté mucho más abierta, muy pocos se atreven a cruzarla.

No nos damos cuenta de lo bellísimos, mágicos y extraños que son los enormes carteles que cubren nuestros edificios. No nos damos cuenta del tiempo que dedicamos a mirarlos, de lo mucho que se parecen a los templos del foro de Roma, no nos damos cuenta de los orgullosos que estamos de ellos, de cuanto los reverenciamos. Si nos diésemos cuenta, no serían ya sagrados.







1/2/10

Destino.

Cuando tenía 6 años me perdí un día de primavera en el parque del Retiro. De niño siempre perseguía a las palomas por la calle, persiguiendo a una, ese día me perdí. Al principio pasé un miedo terrible, luego un señor desconocido me vió y se ocupó de mí; me compró un helado y me cuidó hasta que mi madre me encontró. Qué habrá sido de ese señor. Esa tarde habíamos quedado toda la familia para ir al cine, es algo que hicimos muy pocas veces a lo largo de mi infancia. Una vez fuimmos a ver Gorilas en la niebla y otra Indiana Jones y la última cruzada, fueron las únicas dos veces a parte de la del día en que me perdí. Aquel día vimos El imperio del sol. Mi madre me ha repetido muchas veces desde entonces lo curioso que fue que justo me perdiese el día que fuimos todos a ver una película sobre un niño que se perdía. Adoro con toda mi alma esa película. Me identifico mucho con su protagonista, un niño perdido, como los amigos de Peter Pan. Ya sé que todas las personas somos niños perdidos, pero me atrevo a creer que yo me siento aun más así que el resto; sin rumbo. Siguiendo desconcertado la luz de mis esperanzas fantaseadas, cada vez más difusas, aun totalmente luminosas. ¿Es ese mi destino? Creo que no queda nada en este mundo en lo que crea con certeza. Es extraño, pero las únicas dos cosas que intuyo que pueden tener una veracidad absoluta, o al menos absoluta a nivel humano, son el destino y la moral.

En cualquier caso, quien sabe. El otro día en el metro entraron unos músicos en el vagón y tocaron la canción Quizás, quizás, quizás. Al oirla sentí que en su letra estaba escondido el secreto de la vida.



28/1/10

En el metro.

Ahora que he abierto los dos ojos
miro y sólo veo
promesas de algo que no puede ser.
En el último tren de madrugada
el ruido de la máquina suena a un quizás que se repite,
casi puedo imaginarme muerto.
Así de solo, así de sabio,
así de perdido en un cielo anónimo y azul.

Pedazo de mí que por fin dejaste de tener cara.
Ahora que beso tus párpados mientras duermes
es cuando más te añoro.

Largo camino a la luz
pero más largo será el regreso a casa.
Tal vez jamás,
tal vez, quizás,
sonrisa, rubor y las rodillas lisas asomando por debajo de tu falda
para siempre.