guiado por las apariencias

12/8/08

Bien pintado.

La semana pasada fui por segunda vez a ver el ciclo de pinturas de Twombly sobre la batalla de Lepanto. Una exposición que ningún amante de la pintura debería dejar pasar y que está prácticamente vacía. Twombly es un expresionista abstracto tardío, que comienza a despuntar a principios de los años 60', cuando Nueva York está viviendo ya el principio de la hegemonía de Warhol y el Pop. Su relativo anacronismo le ha relegado a un papel secundario (he de reconocer que yo no sabía quien era hasta la exposición), pero viendo los lienzos que se exhiben actualmente en El Prado, resulta evidente su condición de figura capital del Action Painting. Como espectador, sólo Pollock y De Kooning me han transmitido un intensidad semejante.

El encanto de que la sala estuviese vacía, más aun en un lugar tan abarrotado como El Prado en Agosto, me ha permitido vivir su pintura con una intensidad especial, íntima y minuciosa. He podido dedicar a las telas todo el tiempo que se merecen, y aun pienso volver para seguir disfrutando. Sin duda, resulta perfectamente coherente encontrar cuadros expresionistas abstractos en el museo de arte "tradicional" de la ciudad. Hasta hace poco tenía muy claro que esta corriente pictórica era la última vanguardia histórica y que, por esa vía, conectaba con el arte tradicional frente a las posmodernidad conceptual anticipada por Dada y consolidada en el Pop. Pero observando las exuberantes manchas multicolores de Twombly, que remiten a las barcas incendiadas de la batalla marítima entre turcos y españoles, me di cuenta de que el principal atractivo de este tipo de pintura enraiza con estadios de la tradición pictórica anteriores incluso a las vanguardias. A pesar de contar con teóricos de peso, como Barnet Newman, el expresionismo abstracto en sus dos vertientes principales (action painting y colour field painting), no es realmente un todo articulado en torno a una base teórica concreta y específica. No existe un manifiesto central y la voluntad de revolución formal definitiva queda en un segundo plano frente a la búsqueda de generar en el espectador una emoción visceral potente, de carácter primario. Es una pintura que busca lo sublime y bebe directamente del Romanticismo; como tan brillantemente lo explica Robert Rosenblum en su famoso libro.

¿Cómo consiguen los expresionistas abstractos este efecto? Lo hacen a través de uno de los recursos más fundamentales (y por ello a menudo pasado por alto) del arte pictórico: la excelencia a la hora de depositar el pigmento sobre la superficie. El goce como espectadores que nos ofrece el expresionismo abstracto es ante todo formal, se basa en acercarnos y alejarnos de la tela para admirar la maestría, la magia, la delicadeza, la violencia, la precisión, con la que la pintura se ha situado sobre el lienzo. No es necesaria en absoluto la mimesis para conseguir esto. Velázquez alcanza una impresión de veracidad tremenda en sus pinturas, y además lo hace con esa inverosímil pintura de "manchas distantes": esos borrones que sólo en la distancia construyen la más perfecta de las recreaciones. Pero Velázquez pinta bien sobre todo por algo aun más sencillo; porque deposita la pasta pictórica con una precisión endemoniada, perfecta. Sus manchas son admirables no sólo por su capacidad de reproducir impresiones visuales, son admirables por su manera de posarse; tan fina, elegante y majestuosa.

Cuando terminé con Twombly bajé a mirar algunos cuadros de la exposición del retrato. Me detuve frente a varios y acerqué mucho la vista para disfrutar de los acabados. La pintura nunca deja de sorprenderme por su multiplicidad de recursos: su capacidad para dilatar la experiencia de la temporalidad, sus posibilidades narrativas y conceptuales, la imitación de la realidad… Al final todo parte del puro proceso de dibujar y pintar. De la maravillosa capacidad de la mano humana, cuyo uso es uno de los principales elementos que nos separan, para bien o para mal, de los animales.

Si algún día alcanzo gloria y fama intentaré promover o patrocinar una página web o una serie de publicaciones que reproduzcan porciones de cuadros mínimas sometidas a muchos aumentos. En la extraordinaria exposición de Tintoretto que el Prado organizó hace unos meses, los carteles mostraban pequeños fragmentos de los lienzos del veneciano aumentados hasta convertirlos en grandes murales que recordaban mucho a pinturas expresionistas abstractas. En una ocasión, aconsejado por el gran Luis Iberni (tus alumnos te recordaremos siempre), acudí a un concierto de Horacio Lavandera, un pianista que es un auténtico genio. El intérprete tocó una selección de piezas contemporáneas, ruidistas y muy complejas; un género que ni comprendo ni aprecio. A pesar de lo nulamente preparado que estaba para apreciar su repertorio, me resultó una experiencia intensísima y fascinante: no me gustó la música, pero fue absolutamente brutal ver como tocaba, como sus manos se posaban en las teclas para producir sonidos a través de un instrumento al que le unía una empatía mágica. Supongo que gran parte de la maravilla del arte se reduce a eso, a admirar lo bien que alguien es o ha sido capaz de hacer algo.

La analogía musical no es, de hecho, inocente. Esta concepción puramente formal de la pintura se pone en relación con la música ya desde el cubismo y la primera abstracción, con casos paradigmáticos como los de Kandinsky o Mondrian. Si intentamos vaciar a la pintura tanto de su contenido narrativo como de su intención conceptual, la comparación con la música o la danza resulta muy enriquecedora. Como resulta así mismo muy interesante pensar en cual es su principal diferencia con esas otras disciplinas: la estaticidad. La música y el baile cabalgan en el tiempo, pueden jugar con el, pero siempre subidos a su grupa, azuzando o templando su ritmo. La pintura se ve con el reto de ofrecer una experiencia estática. Esa estaticidad es lo que la hace tan lenta. Vivimos en el mundo de la velocidad, donde lo estático es completamente anacrónico. Es la clave de la crisis de la pintura, de su incomprensión, pero esto tiene tanto calado que lo dejo sugerido para próximos textos… Quedémonos, por el momento, con Twombly, con sus pinceladas magníficas en colores combinados magistralmente y con esa sala vacía que os invito a visitar en la que podréis sentir la ilusión de que arrancáis al tiempo algunas pequeñas paradas dentro de su ritmo frenético.


Y como no he encontrado buenas fotos de la exposición os dejo con un video (se ve como el culo, pero bueno) de Pollock pintando. Me encancta esto que dice: "Puedo controlar el flujo de la pintura. No hay accidente, así como no hay principio ni final". El action painting es pintura pura con su oficio y su excelencia formal; está muy lejos de las performances y es completamente absurdo que sea alabada por ese sector de la crítica posmoderna que adora lo puramente conceptual y desprecia la pintura tradicional con su componente artesano.


2 comentarios:

Mr.Menta dijo...

Hola Tejón, tenemos qu quedar para ver la exposición, estaría bien, ¿qué tal mañana? (después de esto voy a buscar un blog de alguna chica guapa e intentar concretar una cita ;) )
El texto no es aburrido, es corto aunque serio. Mola el video de Pollock y molaría que hubieras cojido algunos fragmentos de cuadros ampliados, hubiera estado bien.
Creo que una de las causas principales de la crisis de la pintura es su incapacidad para reproducirse y su lenguaje dificil de "descifrar": no mucha gente es sensible a su lenguaje abstracto; y el mercado del arte que ha conseguido vanalizarlo todo no ayuda nada.
Bueno dejo de dar la brasa. Un abrazo, lo dicho: a ver si me llevas al prado.

La frontera entre China y París dijo...

Ya que mencionas a Iberni y la música, simplemente recordar que Twombly también era un gran fotógafo y que tiene unas cuantas fotografías de John Cage, otro revolucionario que con 4:33 no hizo más que ampliar el silencio, quizás en la misma forma en que tu hablas de ampliar fragmentos de cuadros.
Un saludo.