guiado por las apariencias

31/12/08

El sueño de la razón produce monstruos es un grabado.

Ha llegado a mis manos recientemente un libro llamado Arte y Terror, una recopilación de textos de Ángel González en torno al concepto de terror. Su concepción del "terror" está muy cercana a lo que yo llamaba "el horror" en una entrada anterior. Lo que no cabe duda es que es algo propio de nuestro mundo, el mundo contemporáneo. Cada vez tengo más claro que vivimos en una época que en algunos aspectos es única y extraordinaria. En el plano material, el hombre nunca había gozado del poder suficiente para poner en peligro su propia supervivencia como especie a medio plazo. En el plano ideológico, el laicismo limita mucho nuestra capacidad para enfrentarnos al problema del mal, hay también aspectos positivos, pero hablemos hoy del horror.

El relativismo posmoderno no deja lugar a la exclusión, aquello que el hombre hace es una obra pura del hombre, no existe la desviación fundamental. El mal no es obra del Demonio que se alejó del camino del Señor, ni es obra del bárbaro que se opone a la Civilización. La solución final nazi, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el agente naranja en Viet Nam, las purgas estalinistas, el horror de la Servia de Milosevic, las revanchas raciales entre tutsis y hutus, la locura polpotista, las purgas de Suharto en Indonesia y un largo etcétera… Desde un punto de vista amplio, su causa es la misma que fragua las historias de amor y la Venus de Milo, son obra humana.

Pero el horror no es simplemente el mal asimilado como algo puramente humano (con "puramente" me refiero a que no mancilla una pureza positiva real, como la idea de bien platónica, o la naturaleza edénica judeocristiana). El horror es el problema del mal en una dimensión más amplia. Se le une algo propio y fundamental del mundo contemporáneo, algo que nos hace abrir los ojos al hecho de que muchas de las cosas que pensábamos que eran inrísecas al hombre, no lo son. Algo que nos deja llenos de preguntas e invadidos de sensaciones siniestras. El horror alcanza su verdadera condición cuando se encuentra con los fenómenos de la sistematización y la masificación.

El mundo industrial tiene en la sistematización su mayor ataque a la concepción tradicional de la persona. Si todos llevamos las mismas zapatillas ¿que es lo que nos hace únicos, individuos, diferentes? En un mundo sin alma y uniformado ¿qué es el ser humano? No es una criatura de Dios, no es un individuo romántico, no tiene la posibilidad ser un héroe épico, la condición humana se empobrece, encoje. Y cuando lo que se sistematiza es la muerte, entonces surge el horror. Algo a lo que la mente humana simplemente no está dispuesta a enfrentarse. La conclusión lógica al horror es el relativismo, la posmodernidad, pero la posmodernidad es una teoría fracasada, no ha repercutido realmente en la sociedad, el arte posmoderno permanece elitista y aislado, el cine, auténtico arte vivo de nuestro tiempo, es un arte posromántico o tardo romántico. La mente humana no puede vivir acorde con el relativismo, no podemos admitir que no somos nada, no podemos admitir que presionando un botón se puede tirar una bomba que mate a millones de personas. Porque matando a millones de personas ya no se mata a personas, se mata a un número y la muerte, aquello que más tememos, se hace asimilable porque se convierte en una nihilidad absoluta, y al ocurrir esto, la vida pierde todo valor. Y solo queda vivir sin rumbo, confundidos, guiados por destellos emocionales tardo románticos que en el mejor de los casos toman la forma de buenas películas y, más comúnmente, aparecen como deslumbrantes anuncios publicitarios. Dentro de 200 años tengo serias dudas de que alguien se acuerde de Pipilotti Risk o de Damien Hirst, pero me juego el cuello a que se darán clases de historia del arte (si aun se hace eso tan raro de dar clase) sobre publicidad del siglo XX.

Sistematización, producción en cadena. El sueño de la razón produce monstruos no es un dibujo ni un lienzo, es un grabado. Si pudiese inyectar mi sangre en la impresora, imprimiría esto con ella: El sueño de la razón produce monstruos es un grabado. El horror es fruto de la sistematización, de la producción en cadena, desde el principio, desde Adam Smith. Pero hizo falta primero la guillotina y definitivamente los campos de exterminio para darse cuenta. El horror de la cultura del miedo, la deshumanización, la alienación, la amenaza constante de dejar de ser lo poco que somos, la degradación de la naturaleza humana.

Hablemos de arte. En este caso como en tantos otros, lo que es intuido en el romanticismo y realismo decimonónicos toma su forma definitiva en ese extrañísimo fenómeno llamado cubismo. El cubismo rechaza el color y rechaza la ilusión (espacial), Picasso y Braque querían ser como pintores de paredes, como pintores que pintan en serie. Introdujeron letras de imprenta en el lienzo, letras estandarizadas, y papeles impresos, industriales. Muere la mano, el individuo. Lo curioso es que todo esto en ambos artistas no es más que un periodo intermedio de su producción, un gozne en que esta profunda destrucción da paso a una liberación de las convenciones que abre nuevos caminos creativos tremendamente libres en individuales (sobre todo en el caso de Picasso). Pero, como suele ocurrir, el mundo no tomó la lección que los autores pretendían (de hecho, lo último que pretendían era dar lecciones), el mundo tomó la lección que necesitaba, y así nacieron las vanguardias. Cada vez tiendo más a considerar que el cubismo no es una vanguardia; no tiene un manifiesto, no responde a una teoría precisa y concreta, no quiere generar un nuevo orden definitivo, es transitorio. Las vanguardias, una tras otra, intentan ser definitivas: el arte del mundo nuevo, el arte posterior al artesano, al individuo, al hombre. Marinetti amenazaba con destruir Venecia como represalia contra aquellos que rechazaban su apología del mundo industrial; el futurismo. Más significativo imposible: porque Marinetti fue un fascista, porque a nivel artístico cada vez tengo más claro que el futurismo es un "bluf", porque Venecia es la ciudad artesanal por antonomasia, porque es la ciudad que llevó a Ruskin a pensar (de forma bastante absurda) que un mundo que hubiese creado algo tan original, tan maravilloso, tan artístico de una manera poliforme y no masiva, tenía por fuerza que ser fruto de una sociedad justa y feliz (la utopía en el medioevo, que maravillosa incongruencia romántica).

La obsesión con crear un "nuevo orden" es común al nazismo y a las vanguardias. No sólo un nuevo mundo, un nuevo orden, con manifiestos basados en puntos precisos. Los nuevos mitos no son historias ejemplares, son listas, leyes, instrucciones, constituciones, recetas. Esto lleva a la destrucción del arte, si un motor es el paradigma de la belleza, también lo es un meadero. Chillida decía que Picasso no había dejado nada por hacer a los artistas contemporáneos, eso es verdad en el caso de aquellos que aun han querido ser artistas, con el resto acabó Duchamp, el gran Duchamp, al que odio por habernos abierto tanto los ojos, por haberse reído tanto. Cuadrados negros, o de colores, collage, flirtear cada vez más con el diseño, con lo masivo, Warhol. El mundo en serie, las habitaciones de hotel esconden detrás de su confort uniformado la soledad de eliminar nuestra esencia. ¿Hay algo más solitario que una habitación de hotel? Hoy todo está en el cine, a Sophia Coppola, como a Duchamp, la odio por ser elocuente y brillantemente contemporánea, sin mis estúpidas reticencias en el fondo conservadoras. Su película Lost in translation sucede en un hotel y su título lo dice todo: "lo que se pierde en la traducción". En el mundo global, los hoteles crean microclimas, siempre iguales. Todos los hoteles son iguales, su repetición es incongruente en un mundo que de natural no es lineal y seriado, si no cíclico y orgánicamente diverso. La estandarización de las habitaciones, de los jabones, de los albornoces, las camas, los váteres, de todo aquello que debería ser personal y único, es un reflejo de lo que ya no somos. Y al salir al exterior miramos a aquellos que nos rodean y nuestra incapacidad para entendernos nos enfrenta con el hecho de que no entendemos quien somos. El sueño de la razón produce monstruos es un grabado.



El asesinato y la tortura siempre han existido, el horror surge cuando se le suma la masificación. Un campo de concentración es un hotel donde se tortura y se mata. La falta de sentido que en lo cotidiano a veces se atisba cuando acecha lo siniestro, en el campo de concentración se hace patente. El campo de concentración es la realidad manifiesta de nuestro mundo, donde lo que en nuestra rutina es ironía se convierte en broma soez y evidente. Deshumanización, pánico. Pienso en la muchacha de Vermeer que leyendo su nota abre tímidamente su intimidad a la intriga, y en la mujer de Hopper que lee su carta en un hotel. El cuadro de Hopper lleva precisamente por título Habitación de hotel. Entre ambas imágenes se abre el abismo que existe entre el germen de una época y su decadencia.

Vermeer plasma el descubrimiento del individualismo, que guarda en sí la raíz del mundo burgués, laico, un mundo donde el hombre iba a ser más libre (y en muchos sentidos aun lo es): la intimidad, lo pequeño es ahora el centro de atención. Es una estética que tiene su origen en el cristianismo, pero que ya no supone una metáfora mítica, ahora es la anécdota lo que llena. La chica en su casa, en su terruño, con su mensaje sólo suyo, y la luz llenando la estancia. La comunión entre luz e individuo, tan inocente, pacífica, virgen, clara.



Las mujeres de Hopper siempre son la misma mujer, su mujer, Jo. La misma mujer y, al tiempo, ninguna, seres anónimos, perdidos, halcones nocturnos. El tesoro íntimo de la jovencita de Vermeer se ha desvanecido. La casa única, el hogar personal rodeado de objetos artesanales, exclusivos, da paso a la habitación del hotel, seriada, desangelada, sin ángeles, ni Dios, ni alma. Qué diferente sensación producen ambas pinturas, qué diferente su dramatismo, su intriga, el secreto de esas notas, un secreto eterno cuya respuesta queda suspendida en el tiempo.



Y hay un paso más: la mujer en la bañera de Lichtenstein, de la estandarización del espacio a la estandarización del ser humano. Es ya el horror de pleno, la persona es número, "cuarenta millones de muertos". La mujer en la bañera sonríe inerte, no le quedan secretos, se entrega a la higiene, obsesión del siglo pasado y del presente. Limpiemos nuestros cuerpos, que no se ajen, que no envejezcan, es lo único que nos queda. El sueño de la razón produce monstruos es un grabado.





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Habitaciones de hotel.



Montaña de zapatos del museo de Auswitch.

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Hoy iba por la calle atestada de gente y escuchaba Five Years de Bowie y se me han saltado las lágrimas. Mañana es Noche Vieja, como todos los años cenaré solo. A pesar del tono del texto no se puede decir que esté triste, ayer di un concierto increíble (y eso que me desconectaron el micro y no se me oía NADA, jjj), por fin me rearranco a escribir, las lágrimas que hoy han saltado tenían algo de melancolía, pero ser totalmente feliz es estúpido y absurdo... Luego en casa mi compañero y yo nos hemos puesto a discutir sobre izquierdismos, complejo tema. Nunca nos pondremos de acuerdo, cuestión de principios. Para él lo positivo está en el gregarismo, en el codo con codo, en la fraternidad humilde, llana y serena. Para mí la sociedad justa es la que nos permita a todos ser individuos, únicos y preciosos, relacionándonos como iguales exclusivos, respetándonos como tales, todos artistas y artesanos de nuestras propias vidas...
Mi propósito para el año nuevo es escribir una nueva novela, pero eso llevará tiempo, de momento el día 1 escribiré sobre esto (gracias Pau):



Y ahora me callo al fin, que esta vez sí que me he pasado mucho de rosca (tenía ganas). Dudo mucho que NADIE en la tierra se lea esto. Así que si has llegado hasta aquí deja un comentario, aunque sea un punto, para dejar fe. Me dará buen rollo.

Saludos y feliz año, que toda la fuerza incomprensible de la gente que a pesar de comprender aun guarda esperanza, guíe vuestros pasos.
El Tejón.




7 comentarios:

Anónimo dijo...

Germán!
ojalá escribas esa nueva novela este año que empieza, pero no dejes de escribir textos tan buenos como estos de vez en cuando.
un abrazo
Víctor

Anónimo dijo...

Lacan, increíble!!

Germán Huici dijo...

Gracias Vitis! Feliz Año!
Lacan BRUTAL.

Germán Huici dijo...

Joder, y la sombra el cuadro de Lichtenstein: si es que no tenemos solidez ninguna... Tengo que alargar este texto.

Anónimo dijo...

ole con ole,

cada año más listo, sigue dándole tejón,

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho su texto caballero. " Sigue, sigue, sr tejón"

Pablo Serrano dijo...

Muy bueno Germán. Muy acorde con lo que comentábamos hace un par de días.

Aún a riesgo de repetir comentario: Lacan increíble, pero los hoteles no le andana a la zaga...

Un abrazo.

Pablo.