guiado por las apariencias

2/10/08

Wilde y Santa Helena

Me acabo de leer El Crítico Artista de Oscar Wilde. Es absolutamente brutal. Yo no comparto el punto de vista de Wilde en muchos sentidos pero, joder, qué listo es. A quien le interese el arte debería leerlo, quien pretenda escribir sobre arte necesita leerlo. No sé como no se habla de este diálogo en la universidad, en cien páginas me ha dado muchísimo que pensar sobre el arte mismo y más aun sobre la crítica y la Historia del arte. Pero, por una vez, no me voy a enrollar, el que quiera que lo lea.

De lo que voy a hablar hoy es de Santa Helena. Cuando fui a Londres solo (hablé de aquel mítico viaje en este texto que ya colgué), aun no tenía ni idea de ver pintura. Paseé bastante por la National Gallery, seducido por la magia que desprendían los cuadros, una magia que intuía pero que no sabía disfrutar en toda su magnitud. Algunas obras captaron más mi atención, claro, pero sólo una me atrapó de verdad. Desde mi infancia (de niño esas cosas son más fáciles, no hace falta desaprender lo que no se ha aprendido), creo que fue la primera vez que me pasó, la primera vez que realmente vi un cuadro. La obra era la Santa Helena del Veronés. Al año siguiente, creo, volví a Londres. El cuadro seguía allí y conservaba toda su fuerza. Es extraordinario: sus colores, sus figuras, el tema del sueño y la visión, la solución formal tan sutil para representar el instante milagroso en el que el mundo físico y el mundo ideal se yuxtaponen fugazmente…

Lo curioso es que no parece que sea una obra que halla calado mucho en casi nadie: en el catálogo razonado de la National Gallery (en la edición que yo he consultado, al menos), la Santa Helena no tiene una foto en color, ni una ficha extensa, viene en las últimas páginas, con las obras menores, con una minúscula imagen en blanco y negro y una ficha muy escueta. En los libros sobre pintura veneciana que he leído no se menciona esta pintura, en las monografías del Veronés que he podido ojear (siempre que pasa una por mis manos, lo busco), como mucho se cita de pasada dentro del periodo al que pertenece. Siempre que hablo con alguien que ha estado en la pinacoteca londinense, le pregunto si se fijó en aquel cuadro, hasta ahora no he encontrado a nadie que lo haya hecho. Hasta ayer parecía como si sólo yo y Almudena (que lo vio conmigo en mi segundo viaje), nos hubiésemos percatado de su majestuosidad. Ayer eso cambió.

En un momento de El Crítico Artista, Gilberto, uno de los dos personajes, comienza a ensalzar la capacidad del arte de superar a la vida; de sublimarla eligiendo e idealizando lo mejor de ella, inmortalizándolo, y venciendo así al tiempo y a la entropía. Justifica su tesis con diversos ejemplos de obras maestras, uno de ellos dice así:


"Siempre es la aurora para Santa Helena, tal como la vio Veronés en su ventana. Los ángeles le traen el símbolo del dolor de Dios en el aire tranquilo de la mañana. La fresca brisa matutina alza los finos cabellos de oro sobre su frente."


Joder, qué bien me sentí cuando leí esa mierda.

Saludos.

El Tejón.


Pinchad en la imagen para verla más grande.


3 comentarios:

Memphis dijo...

ya te tengo linkado, compañero.
Me alegra encontrarme contigo en el furibundo y desquiciado universo de la red.
Abrazos. Jimmy

www.lachisteradememphis.blogspot.com

Julio Teruel dijo...

Me voy aficionando a este rincón tuyo. Siempre que entro, aprendo algo.
Y luego toca desaprenderlo.

J.

Julio Teruel dijo...

Joder, compañero, comentarios como los tuyos hagan que esté encantado de haberme conocido en la blogosfera.
Mil gracias. Gran poema. Gran tema el del amor y los celos y no entender nada, manoseado donde los haya, y no nos cansamos nunca.

Te seguiré la pista, animal de campo :)