guiado por las apariencias

27/9/09

Caveiro.

Echo de menos mi playa de Caveiro. Perdida en la Ría de Noia, muy cerca de un pueblecito de pescadores llamado Porto do Son. Sus noches son frescas y húmedas, desde el porche se ven las farolas alumbrando a penas la carretera. Entre el monte y la playa, las casas de los turistas. Los grillos cantan a coro y las olas que van y vienen; arropan la oscuridad con sus sonidos. Llevar sudadera, oler a mar y a campo mezclados. Ser pequeño como cuando de niño iba allá. La casa de mi familia, La Marejada, tiene paredes de roca. La humedad se mete en las habitaciones, en las camas. Te vas a dormir y el cobijo no es absoluto, pero como lo viví de niño ahora me parece un cobijo más puro. Las voces suenan diferente por la noche en el campo; cortan los miles de murmullos que te rodean con un tinte humano, artificial. Recuerdas, notas, que el hombre es un animal empeñado en separarse del mundo que le rodea, con sus juguetes, con sus casas junto a la playa.

Recuerdo las mañanas cuando dormía en el cuarto junto a la cocina. Me despertaban voces matutinas y medio entre sueños las oía como ahuecadas. Como vacías de significado a pesar de ser legibles. Como si fuesen mías, voces de mi cabeza, de un sueño. Mi cuerpo era tan pequeño, verse a uno mismo como un juguete. Noches de pesadillas en mi infancia. Mucha soledad en esa casa, soledad disfrutada, lejos de mi familia que me veía diferente.

Alrededor, el jardín. Mi abuela planta hortensias, flores hermosas de verano, racimos de florecillas gordos como tartas. Mi abuela siempre ágil podando con sombrero blanco y pantalanes cortos. Inmortal, pizpireta e inconsciente. Mordaz y despiadada. Mi abuela, el pensamiento fuerte encarnado. Yo, el pequeño, me acerco, corta sus hortensias, el sol tamizado y amable del verano gallego pone bonitos los colores azul y rosa, calorcito de mañana. Vieja encorvada, no puede estarse quieta, cuida las flores. Cuando me acerco nunca sé que va a hacer, aun ahora somos incapaces de comprendernos.

La puerta del muro de atrás da al camino de la playa. Sales con los pies en la arena, como magia. Un Mundo entero, pequeño, abarcable. Todo el dolor y el amor, que son la misma cosa. Se va la infancia y después, la vida está ya siempre en otra parte. Echo de menos todo, sobre todo a ti.

1 comentario:

Mark dijo...

Tu entrada es vivida y profunda, con imágenes cálidas y frágiles.

Pensando en mi opinión para escribirte recordé un poema maravilloso:

LA ABUELITA
(Manuel Gutiérrez Nájera
Poeta Mexicano 1859-1895)


Tres años hace murió abuelita:
cuando la fueron a sepultar,
deudos y amigos en honda cuita
se congregaron para llorar.

Cuando la negra caja cerraron,
curioso y grave me aproximé,
al verme cerca me regañaron
por que sin llanto la contemplé.

Dolor vehemente rápido pasa:
tres años hace que muerta está,
llovieron penas, y nadie en casa,
de mi abuelita se acuerda ya.

Yo solo tengo luto y tristeza,
y su recuerdo fuerza cobró
como del árbol en la corteza,
se ahonda el nombre que se escribió.

Espero te guste.