Cuando el Oso negro se asomó al otro lado encontró a la emperatriz enferma, convaleciente en su cama. Ésta se percató de su presencia y con una sonrisa le dedicó una mirada, abrió su corazón y de su interior salieron palomas de fuego.
Las palomas de fuego son animales puros pero sin brillo en los ojos, sin días que vivir después del hoy, sin recuerdos de un ayer que se consume en el vientre oscuro de una roca vieja cubierta de musgo. Su fuego es el fuego del dolor de los inocentes y su muerte llega con el frío de las lágrimas de los culpables y de los amantes que han sido abandonados por haber traicionado a su amor.
El oso nunca traicionará a la emperatriz, pero es un oso, demasiado peludo, incapaz de hablar o vestirse y, aunque es bien educado, jamás podría aprender la estricta etiqueta de la corte. Pero a la emperatriz ya no le importa, su cuerpo languidece y su belleza resbala por su piel aun joven pero gris. Su mal le consume y puede ahora ser libre y entregarse al cálido abrazo de su eventual compañero, rey del bosque.
El romance que no conoce mañana brilla sin temor a que sus promesas se vuelvan mentiras. Los dos amantes, desnudos, hombre y mujer, juntos, muy juntos, apretados, miran volar las palomas. La noche arde con todos los pájaros de fuego. Su mano coge su zarpa, con la fuerza de algo eterno.
2 comentarios:
Casi siempre con sus mismos gags estúpidos, una escalera, una cáscara de plátano; con alguno genial: una bandera blanca envuelta de golpe en pancartas de una manifestación,los panecillos bailando!; Chaplin consigue hacerme reir.
Pero charlot... ese miserable entrañable que arranca perlas de Vichy a las terneras (ó lágrimas, como prefieras.)me desagrada.
supongo que soy más de circo.
ah!
y el cuento, no sé por que lo obvie el otro día; es bonito.
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