guiado por las apariencias

16/6/09

Un cuadro feo no sirve absolutamente para nada, pero un sofá horrible puede ser comodísimo.

Sillas del ajuar funerario de Tutankhamon.

Me voy acercando cada vez más a algunas ideas jugosonas. El texto que os mando ya no lo repaso más, me ha quedado tan plomizo que no merece la pena, lo mejor, el título (que es título gracias a Eva). No lo leaís:

Lo superfluo es el diseño.

Me pregunto por qué los egipcios, que tanta fe en su eternidad parecían tener, fueron los grandes adalides del diseño de objetos de uso personal mientras que los griegos, tan conscientes de su fugacidad, vivían en casas humildes, absolutamente volcados a lo universal.

Un sistema escatológico muy sólido unido a la riqueza agrícola que aportan las regulares crecidas del Nilo, fueron las bases en las que se asentó la extraordinaria estabilidad política egipcia. La aristocracia de este sistema, los faraones, pretendían ser la fuente de esa estabilidad, la fuente de la vida presente y futura. Eran dioses, y para demostrarlo no acudieron sólo a las artes "mayores", si no que se rodearon en su día a día de los más fantásticos ajuares domésticos que el hombre haya visto. Con su elegantísima paleta de colores, reducida pero tremendamente efectiva, deificaron su vida cotidiana. Un detalle significativo: Sólo usaban piedras opacas y oro, las piedras que hoy consideramos más valiosas; diamantes, rubíes, esmeraldas; no eran apreciadas, las usaban para comerciar con otros pueblos. "Menos es más", la moda de los dioses, una moda eterna.

Grecia, en cambio, es un lugar donde las tierras cultivables no abundan, esto empujó a sus habitantes a un proceso de colonización por el Mediterráneo que les convirtió en un pueblo comerciante y belicoso. Su escatología terriblemente pesimista generaba en los individuos la ansiedad de alcanzar el bienestar en la vida terrena. Pero el bienestar griego no es un bienestar frívolo, los griegos de la era clásica eran un pueblo austero. El bienestar que buscaban es en realidad otro tipo de escatología, la inmortalidad a través de los hechos realizados en la vida, la fama, la heroicidad; en la guerra, el arte, la literatura, la política o la filosofía. Lo cotidiano era secundario, sus cerámicas gozaron de gran éxito comercial en todo el Mediterráneo, pero resulta evidente que son creaciones culturales pobres en comparación con la magnificencia de la arquitectura, de la escultura y (probablemente) de la pintura griegas.

Me gustaría poner en relación lo anteriormente dicho con el auge del diseño de interiores y de objetos de uso personal que se da en el Rococó. La mayor revolución en el diseño cotidiano de la historia de la Europa cristiana va unida a la gran crisis de la religión, en el "siglo de las luces", cuando el pensamiento europeo se "libera" de la base religiosa. Razonar equivale a preguntarse, a poner en duda, a someter a análisis, a hacer preguntas, y detrás de cada pregunta está siempre la ansiedad de la gran pregunta sin respuesta. La razón, en realidad, no aporta sentido a la vida, la deja desnuda de él, y eso lo entendieron perfectamente los aristócratas Rococó que ante esa "nada", se abocaron a lo fugaz, al hedonismo sofisticado, al esteticismo desmesurado.

Probablemente la única cosa capaz de combatir eficazmente la ironía es la belleza vacía de sentido, la ornamentación, que no el arte. La ironía no es más que la razón llevada al extremo, la razón desmedida que a cada respuesta a un "por qué" añade otro "por qué" "ad infinitum", hasta que sólo queda la carcajada o la sonrisa amarga. Egipto no conocía la ironía, la Grecia clásica tampoco. Pero Egipto aun no tenía que defenderse de ella, podía entregarse a una belleza vacía porque no buscaba responder a ninguna pregunta. Grecia ya había empezado a hacerse preguntas, pero la habilidad de sus héroes intelectuales le llevó a conseguir una ilusión de satisfacción. En esa ilusión de satisfacción (mucho más inestable que la solución egipcia) la belleza era un elemento fundamental, los hombres perfectos de Policleto ayudaban al griego a sentir que las cosas tenían un sentido a pesar de la fugacidad de su propia vida.

En Egipto también había arte, y en ese arte también había una función, la magnificencia de las pirámides servía para demostrar que sus habitantes, los faraones, eran dioses. La belleza en el arte se pone al servicio de la estabilidad social y de la estabilidad mental del individuo. El arte es necesario para recordar a la gente que el Mundo tiene un orden, para que la gente no caiga en la ironía supina y se entregue al desenfreno nihilista. Los Griegos pensaban, y sabían que morían, por eso estaban mucho más cerca de caer en la desesperación, por eso necesitaban poner toda su belleza al servicio del arte público. Por maravillosa que sea su cerámica resulta evidente que todo su enorme potencial estético se halla al servicio del arte. Egipto era una cultura lo bastante serena como para permitirse invertir muchísima energía en el diseño. En el Rococó pasa justo lo contrario, la aristocracia ve tan evidente la pérdida de su razón de ser que se entrega a la ornamentación privada, se olvida de intentar dotar de sentido al Mundo, desiste.

El tópico dice que la principal diferencia entre arte y diseño es que el segundo tiene una función práctica mientras que el primero no. Pero es exactamente al revés, el arte es necesario, la belleza recubriendo a la idea es vital para el ser humano, nos ayuda a que las ideas nos seduzcan, nos ayuda a creer en las ideas. No existe conocimiento sin creencia, la razón pura es duda sin medida. En el diseño, en cambio, la belleza no tiene utilidad alguna, se puede comer con una cuchara más fea, cuando se hace más bonita se hace por pura estética, o por estética pura. Un cuadro feo no sirve absolutamente para nada, pero un sofá horrible puede ser comodísimo.

Luego, la revolución Industrial y el capitalismo cambian las reglas del juego. El hombre contemporáneo vive abocado a la ironía, pero toda esa insatisfacción se palia con una sobredosis de diseño, de estímulos estéticos vacíos de sentido. Hoy sí se le ha dado una función al diseño. El consumismo es necesario no sólo a nivel económico, es necesario a nivel social. Necesitamos una cantidad de imágenes brutal para poder seguir adelante, aturdidos, con nuestro vacío.

Sólo un arte es posible en nuestro tiempo, el cine, el cine que construye historias coherentes, a partir de cientos, de miles de imágenes consecutivas. Qué medio tan fascinante, tan nuestro.

Cuando el arte conceptual deja de lado la estética comete un error terrible, pierde su sentido, su capacidad de seducción. La mejor manera de transmitir conceptos concretos siempre será un ensayo. Con su preocupación por dotar a esos conceptos de un soporte estético, el arte se convierte en algo mucho más seductor, mucho más sugerente y mucho más importante para el hombre. Duchamp entiende todo esto, cuando se dedica a lo puramente conceptual no está haciendo arte, no pretende hacerlo, pretende lo contrario. Es un teórico y un humorista, se mueve siempre en un equilibrio entre la ironía y la nostalgia de una lucidez abrumadora. El urinario no está pensado para emocionarnos. El étant donnés es otra historia.

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