guiado por las apariencias

7/4/09

Extimidad.

Murillo. Cuatro figuras.

Extimidad es hoy la nueva palabra de moda, significa hacer pública la propia intimidad a través de un medio de comunicación de masas, ya sea la televisión por medio de los realities, o internet y sus blogs y redes sociales. Vivimos en la ansiedad de tener historias nuestras, propias. Ya no hay macrorrelatos, no somos criaturas de Dios, por muy Españoles que seamos, por muy del Real Madrid que seamos o "rojos" de toda la vida, las historias de naciones y otras instituciones no son la nuestra, ya no, cada vez creemos menos, nos hemos desacostumbrado por falta de mitos auténticos. Necesitamos tener un historia propia, el tiempo se acaba, deprisa, deprisa, seamos alguien. En el fondo, como casi todo en la posmodernidad, es un fenómeno romántico masificado.

Yo soy sin duda un obseso de la extimidad, no hay nada que me apasione más en el arte que la aparición de las historias individuales. Ah, el Escriba Sentado del Louvre, congelado en el tiempo, con su gesto diligente y su espalda y brazo tensos, escuchando las palabras que le están siendo dictadas y a punto, a punto, de empezar a escribir. Un instante de su existencia, el reality más breve, pero congelado durante casi 4500 años, que dan para muchísimas reposiciones. En realidad es algo tan viejo como el hombre, la extimidad no es si no la masificación de algo que busca siempre el arte en los tiempos de crisis, cuando la fe zozobra y los individuos quieren permanecer ellos, no ya sus ideales. Los griegos, que existieron en crisis incluso en su etapa clásica, tenían esa terrible obsesión por la gloria, ya querían ser estrellas, como los concursante de Operación Triunfo.

Brueghel, Caravaggio, Rivera, Murillo, abren sus lienzos a los más humildes y les dan el equivalente a sus 15 minutos de fama. Me pregunto qué impresión causaría en los pordioseros que Caravaggio escogió el verse retratados como santos. Qué pensarían los niños de Murillo de ese personaje, casi tan pobre como ellos, que les pintaba. ¿Les sería indiferente o pelearían por ser el siguiente? Es más ¿por qué coño pintaba Murillo a los niños? Un pintor capaz de obras tan exageradamente sentimentales ¿Por qué de repente tiene esas deslumbrantes imágenes de género, tan cargadas de mágica instantaneidad?

Claro que en esto de la extimidad hay algo más: el "do it yourself", que cada uno sea el propio artífice de la imagen ilusoria de uno mismo. En esto sí que la gente se está convirtiendo en artistas en masa, o al menos en artesanos de la construcción pública de su propia imagen. Si Tracey Emin es una artista por enseñarnos su cama, ¿no somos artistas también todos los integrantes de la red facebook? ¿No estamos todos construyendo, al igual que ella, autorretratos
conceptuales? ¿Qué quedará de todo esto dentro de un millón de años? ¿Si el facebook sobrevive, o este blog, cual será entonces su aura? ¿Qué impresión causará en los hombres del futuro, o en aquellos seres que vean lo que dejamos? Ante nuestra compulsiva obsesión por dejar huella, esta democratización del autorretrato, ¿se les hinchará el pecho de magia y ternura frente a tamaño esfuerzo de toda una sociedad global por dejar un testimonio de sí, individuo a individuo? ¿O mirarán con desprecio los restos de un mundo decadente en el que la cantidad de los testimonios desplazó a la calidad?

Es triste pensar que lo más probable es que todo acabará desapareciendo bastante rápido. Como casi todo lo que crea nuestro mundo, que es perecedero, deshechable. Esta falta de voluntad trascendental es preocupante, ya sólo queremos ser célebres en vida, en un mundo que sólo tiene memoria inmediata queremos llegar a más individuos, pero no permanecer. No me extraña que el síndrome de Korsakoff sea una enfermedad tan recurrida en el cine de las últimas décadas, la sociedad la padece, la memoria se desprecia, la Historia moderna no es ya memoria, está en constante revisión, hasta el pasado es variable, queremos destruir todas las historias. La importancia de la memoria no es su veracidad, es su presencia, su ilusión de realidad. Memoria y arte van relacionadas desde un principio y si el arte está en crisis en algún sentido es en el de la degradación de la memoria. Por eso se desprecia la forma, porque la forma sirve en primer lugar para que las cosas estén bien hechas y duren, pero además la forma envejece siempre menos que el concepto, en la forma está la permanencia, sólo ella no engaña.

Y todavía intento no escribir tanto sobre mí en este blog, pero si es que es inevitable, soy hijo de mi tiempo, mi angustia es la angustia de la conciencia de que todo es instantáneo. La vida como una pompa de jabón, tan frágil, tan preciosa. De ahí nuestra ansiedad por exhibirnos, porque sólo somos en los otros, desde el momento en que construimos nuestra personalidad como una otredad al reconocer nuestra figura en el espejo. El retrato más maravilloso de Occidente, Las Meninas, eterniza la experiencia del espejo y no el cuerpo, eterniza lo que somos por encima de todo, alguien que es porque se ve como otro, somos en los otros. Con la fama, al ser en tantos otros, ganamos una pequeña ilusión de ser reales. De ahí la cultura del espectáculo, de ahí el miedo que está detrás de cada blog, de cada página del facebook, del escriba sentado y de las mismas pirámides. El miedo a lo que somos sin nuestras miradas: lo real, lo siniestro, la nada.

Detrás del facebook hay una terrible democratización del pánico existencial. Si pudiésemos rasgar la superficie virtual de la página veríamos grandes cataratas de miedo. Como en la película Matrix, en la que todo es una ilusión y tras la sólida y colorista apariencia de la realidad sólo hay código binario. Como en el zen, si rasgásemos la cortina de la ilusión de nuestra presencia veríamos el mundo en binario, el vacío supuestamente liberador. Algo que me encanta de los cuadros es que estén pintados sobre tela, de Velázquez sorprendía en sus tiempos que sus imprimacones y capas de pintura eran tan finas que se hacía evidente en ellas la raigambre del lienzo. Una vez más, ahí está todo, esa sensación de que la maravillosa ilusión del arte es en realidad un telón, un telón a punto de rasgarse o de abrirse. Me fascina del Velázquez maduro sus recursos para hacer evidente que todo es una ilusión.

Al final es ser o no ser, pero nuestra amplitud de miras es mucho más corta, ya no dudamos de la existencia más allá de esta vida, si no de la existencia en esta vida, por eso en vez de una calavera, lo que tocamos con nuestros dedos es un teclado.

Dedico esta entrada a Julius, el gran autor del blog Ego que me encanta, ejemplo de extimidad de la mejor calidad. Gracias a ti y a la otra participante (anónima) de la éxtima experiencia que he tenido estos últimos días. Al final, lo que más me gusta de todo (y todo es mucho) es la gente, nosotros y nuestras pequeñas historias, como la vuestra, absolutamente preciosa en su extimidad y su intimidad.

Plata y oro.
El Tejón.

El escriba sentado del Louvre.

Joven haciendo pompas de jabón. Chardin.

Joven haciendo pompas de jabón. Manet.

Amantes en una burbuja que se quiebra. Detalle del Jardín de las Delicias. El Bosco.

Acueducto de Segovia.

Mi cama. Tracey Emin.


Friend Face, parodia de Facebook de la serie IT Crowd.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En este sí dices muchas cosas y muy bien dichas!

Anónimo dijo...

genial!!!

Julio Teruel dijo...

Joder tío... mil gracias por la dedicatoria, y, como siempre, mil gracias porque de nuevo me voy de aquí habiendo aprendido algo.
Debería dejar de lado la extimidad y... ¡pero si no sé! :)

Un abrazo, maestro!

Me encanta el escriba... seguro que venden reproducciones miniaturizadas. Seguro que acabará en mi estantería.
Cuánto puedo aprender de un blog como el tuyo, lo cual me hace pensar que perdurará, al menos en mi cabeza, y eso ya es algo.