guiado por las apariencias

11/11/08

Querida Gatis

Querida Gatis:

Todo está confuso en mi vida después de nuestra ruptura. Me he dado cuenta de que la fuente de mis taquicardias y la razón por la que tuve que ir a la sicóloga después de que rompiésemos no fue el creer haberme enamorado de otra mujer, o haberlo hecho, o el haberte perdido, o la soledad. Mi profunda y aterradora crisis se debió a mi miedo a los cambios. Me sentía perdido porque todo se volvió diferente demasiado deprisa: empezar a trabajar en serio, emanciparme, vivir sin estar enamorado de otra persona… Supongo que el Mundo en el que vivimos ya va lo suficientemente deprisa como para hacernos sentir confusos y desamparados y siempre he necesitado tener muy claro quien soy, quien es importante para mí y cual es mi futuro. Por eso siempre lo he retrasado, por eso siempre he sentido que podía llegar a ser escritor pero nunca me había decidido a serlo. Por eso me ha costado tanto durante muchos años cambiar de planes, de amigos. Pero la vida es una dinámica de cambios, por mucho que nos cueste entenderlo a las personas, la entropía nos domina, el tiempo nos supera y la vida pasa. Pasa y nos cambia. Aunque a la vez todos seguimos siendo la misma persona que fuimos de niños y, quizás, somos ese niño que perdimos por encima de ninguna otra cosa. Porque él fue nuestro yo más puro, aquel que no tenía un pasado que le hiciese sentir que se había convertido en otra persona, en un extraño.

Al darme cuenta de todo eso mi cabeza ha dado un vuelco y ha sentido que todo tenía que cambiar aún más. Como siempre, veo las cosas en blanco y negro, y si lo que debo hacer es superar mi miedo a los cambios, he decidido hacerlo de la forma más radical, lanzándome de cabeza a ellos. Así que no he querido esperar y con los pocos euros que tenía ahorrados he cumplido mi sueño de mudarme Nueva York. Intentaré sacar partido a los contactos de mi padre y ver si consigo algún trabajo relacionado con la historia del arte. Mientras tanto, estoy jugando al póquer por Internet. No es tan difícil como pensaba y aunque aun no saco lo suficiente como para vivir, nunca pierdo.

Vivo en un bloque de apartamentos en Brooklyn. Pago 600 dólares por un cuartito pequeño pero acogedor. Comparto piso con un chico negro, Michael, y otro portorriqueño, Raúl. Michael es joven, de unos veinte años, grandote y apacible, estudia en una escuela de alta cocina y toca la trompeta. Raúl es un tipo bajito y nervioso, con fuertes rasgos indígenas. Creció en Chile y odia su país. Pero también odia Chile y a los Estados Unidos. Es culto y un tanto desequilibrado, siempre está echando pestes de todo, pero el fondo de su mirada es triste y vulnerable.

Lo bueno de haber cambiado radicalmente de escenario es que mi vida ahora es tan fresca y novedosa que cualquier actividad me llena e incluso me emociona. Como acompañar a Michael a comprar comida y que me explique donde ir para conseguir la mejor carne, o como distinguir las buenas verduras y la buena fruta. O pasear por las pequeñas tiendas de comestibles, por esas calles que parecen sacadas de una película o construidas para ser rodadas. Además, Michael es casi un genio, sobre todo por lo mucho que le gusta lo que hace. Es muy introspectivo y cuando cocina se sumerge por completo. Casi siempre hace él la cena (todo un privilegio) y cuando la está terminando aparece Raúl, que viene de servir cafés en un antro bohemio en el que trabaja, y empieza a quejarse del mundo, de la gente, de todo, a menudo inclusive del menú. Luego cenamos con las ventanas abiertas (ya hace mucho calor) mientras oímos a la gente en sus casas, hablando diferentes idiomas, riendo, jugando, discutiendo, y Raúl nos habla de algún escritor mejicano de los años 70' que a penas es conocido pero que él considera un genio. Y me sigue hablando de la política chilena o de la historia popular norteamericana, mientras nosotros fregamos los platos y Michael toca la trompeta o simplemente fuma asomado a la ventana de su cuarto. Realmente es algo especial, esta es una ciudad que se caracteriza por la convivencia de culturas más colosal de todos los tiempos, pero no es habitual que esas culturas convivan y se mezclen realmente. En Nueva York se tiende a la yuxtaposición más que al verdadero mestizaje. Me pregunto como se conocieron estos dos.

De momento, la verdad, la terapia está dando resultado. Soy bastante feliz. Coger el metro e ir a Manhattan, pasear por Central Park, ir a bares de mala muerte a beber cerveza barata, cenar en restaurantes italianos escondidos en patios interiores… y mirar. Mirarlo todo, es todo tan bonito aquí… Los edificios enormes, la mezcla de personas. Es importantísimo vivir en un sitio bonito, bonito en el sentido amplio de la palabra, no bello, si no atractivo, con encanto. El centro de Madriz lo es. Pero esta ciudad… aun es la capital del Mundo. Y los neoyorquinos, en fin, son americanos, y a veces se les ve un poco infantiles. Pero son infantiles para lo bueno y para lo malo, son gente que aun cree en el mundo en el que viven, son tan diferentes a nosotros…

Están a punto de ser las elecciones y casi toda la ciudad anda loca con Obama. Esta gente confía en su sistema, y eso que está incluso más podrido que el nuestro. Pero ellos salen a la calle con sus banderas y lo hacen con un orgullo, que aunque me repele, es sencillo, simple, de alguna manera, puro. Los estadounidenses son como niños, incluso los más genuinos "newyorkers" con todo su pretendido cinismo. Eso puede ser desesperante, pero también maravilloso. Me di cuenta viendo a toda esa gente negra con camisetas de Obama, probablemente él no será más que otro político, uno genial, pero uno, al fin y al cabo. Pero la forma en la que los negros con sus camisetas se sientan al lado de los blancos estas semanas… hay en ella algo bueno. Hace cuarenta años los blancos y los negros ni siquiera se sentaban juntos en el autobús.

Yo paseo y paseo, miro. Hay unas tiendas maravillosas con todo tipo de objetos, discos, ropa, libros y todo lo que te puedas imaginar, pero no estoy como para gastar. Aun así me paso el día en las tiendas, voy entrando y saliendo y así disfruto de la calle, de la gente y de las mercancías. A veces pienso que vivir en nuestro tiempo y no ir de tiendas es como haber vivido en el siglo trece y no haber entrado en las catedrales. Independientemente de lo horrible que sean la Iglesia bajomedieval o el capitalismo, sus grandes creaciones no dejan de ser impresionantes. El espectáculo de las mercancías es el gran espectáculo de nuestro tiempo junto con el cine. Veo personas perdidas, muchos mendigos, se percibe en seguida que este país es aun más duro que el nuestro con los que no tienen nada. La cultura de la competencia, del fracaso y del éxito está muy patente. Miro y miro; y escribo. Aun no me siento parte de todo esto, mi mirada es la del extranjero, la del turista, pero el encanto de lo que me rodea me va seduciendo poco a poco. Tal vez no tarde mucho en encontrar aquí un verdadero hogar y mi gran cambio se convierta en una nueva rutina que me de una nueva ilusión de seguridad…

Y poco más. Bueno, igual no debería decírtelo, pero también, a veces, te echo en falta. Echo en falta hablar contigo, verte, tal vez abrazarte también. En fin, por ahora mi objetivo es mejorar mi nivel de póquer y darle duro a la escritura. Por ahora sólo llevo un diario de viaje, pero estoy intentando encontrar una idea para una novela.

Te mando muchos besos.

El Tejón.

2 comentarios:

Rulo dijo...

Eres bueno Germán, muy bueno. Cuando simplemente escribes, cuando no tratas de escudriñar en los conceptos, sino simplemente usarlos, me llevas contigo. Consigues que vea (que ponga imágenes) a lo que narras. Eso, amigo mio, es en mi opinión literatura. Lo demás dejemoselo a Raskin.

Me encanta la frase de:
"Yo paseo y paseo, miro. Hay unas tiendas maravillosas con todo tipo de objetos, discos, ropa, libros... (...). A veces pienso que vivir en nuestro tiempo y no ir de tiendas es como haber vivido en el siglo trece y no haber entrado en las catedrales."

Anónimo dijo...

Me cuesta ponerme a leer pero si empiezo, pero luego no me dejes con la intriga!Que no, eso esta bien así me paso otro dia a ver si hay mas.

No se como me he podido resistir todavia a terminarme lo de La Espera, si luego me gusta lo que haces... en fin, algun dia.

Me ha gustado especialmente lo de:
"Porque él fue nuestro yo más puro, aquel que no tenía un pasado que le hiciese sentir que se había convertido en otra persona, en un extraño."