guiado por las apariencias

4/12/13

Sobre la locura

Pensé el otro día una respuesta a por qué me resulta tan significativo y erróneo que la gente tienda a decir "subconcsciente" cuando habla del inconsciente. Es una cuestión topológica: el inconsciente no está debajo de nada.

Lovecraft imaginó que la raza que dominaría el mundo después del ser humano sería una raza de enjambres de insectos en los que cada enjambre sería un individuo. Una vez más, el enajenado Lovecraft tiene una intuición muy sugerente. Creo que la imagen del sujeto como enjambre se parece un poco a nuestro espíritu: la forma del enjambre es el yo, los bichos son el inconsciente. Son la forma y la materia; no está uno debajo de otro.

Cuando enloquecemos, nuestro enjambre pierde forma, nuestros bichos se escapan. Siempre se están escapando, no podemos evitarlo, pero en ocasiones se escapan tantos que el enjambre se disipa. En esta dirección la locura es perdición, muerte espiritual.

Pero la locura tiene otra vertiente, u otra cara. Locura también es la capacidad de ver más allá de la forma, de ver los bichos, los propios bichos o los bichos del otro. Por eso la imagen de un telón que se descorre, de una verdad que se revela, aparece tan comunmente en la locura. Por eso la locura tiene una parte de genuina lucidez. El problema es que es una lucidez abrasadora que tiende a deshacer nuestro enjambre.

Tal vez el mayor esfuerzo de la cordura no sea tanto mantener la forma del enjambre, si no el negarse a ver los insectos que lo componen. En realidad el importante componente de locura que revolotea en todo momento en cada enjambre humano es basante evidente, somos nosotros los que insistemos en fijarnos sólo en la forma, para no perdernos, pero no enloquecer.

Creo que vivimos en una sociedad preocupantemente cuerda. Cada día hay más psicóticos diagnosticados, los etiquetados como esquizofrénicos, pero creo que eso es así porque vivimos en un mundo incapaz de lidiar con nuestra realidad de enjambres. Sin una religión que nos respuestas y con un cientifismo anquilosado que intenta suplantar al pensamiento religioso, cualquier asomo a nuestra deformidad espiritual nos resulta insoportable. Somos incapaces de probar la más mínima dosis de lucidez lunática sin desvanecernos en el proceso. 

Se habla mucho del relativismo postmoderno, yo mismo he estado años obsesionado con él, pero ahora creo que estaba muy equivocado. No somos relativistas en absoluto, no somos ambiguos y no somos críticos. Nada ha venido a suplantar al cientifismo decimonónico. Somos cuadriculados, no tenemos respuestas para la excepción ni para la diferencia, aun peor, no sabemos admitir nuestra ignorancia, dejar un espacio al misterio, a la ausencia de respuestas. La postmodernidad, salvo algunos pensadores aislados, que por cierto hoy están todos muertos, ha centrado sus esfuerzos en racionalizar, sistematizar y academizar todo aquello que había conseguido escapar al primer embate academicista del XIX. Foucault es un pensador muy pero que muy nocivo.

Necesitamos que todo sea forma, no podemos soportar nuestra condición de enjambre.

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