guiado por las apariencias

1/12/11

El futuro ya está aquí.

El futuro ya está aquí. Nos resistimos a verlo, pero no es algo que va a pasar, es algo que está pasando. Ya no vivimos en una democracia representativa. No voy a entrar a valorar las virtudes y defectos del pasado sistema de gobierno, porque pienso que es mucho más necesario centrar nuestros esfuerzos en afrontar el hecho de que el actual sistema de gobierno, llamémoslo mercadocracia (mientras esperamos a que lo bauticen oficialmente) ya no es una democracia representativa.

Todos aquellos que aun votan, que aun confían en los sindicatos, que aun buscan en las antiguas estructuras de moderación del poder de los explotadores una salvación, están equivocados. No es momento de discutir si en el pasado (hace tan sólo unos pocos años), merecía o no la pena seguir los cauces establecidos. Esa es ya una discusión del pasado. Hoy, esas estructuras no tienen poder. Para entender esto, no hay que acudir a los medios de información más alternativos o sospechosos de parcialismo revolucionario, los periódicos mayoritarios lo explican claramente: en Grecia, en Italia; los gobiernos, vaciados de poder, ya no los regentan personajes elegidos por el voto del pueblo. Los regentan mercadócratas (me abstengo de llamarlos tecnócratas), al servicio la cúpula del mundo bursátil, auténtica institución de poder en Europa y Estados Unidos.

Tanto en lo personal como en lo público, el pasado se caracteriza sin excepciones por el hecho de ser algo terminado, perdido, que nunca vuelve, que sólo puede revivirse en el recuerdo. Cuando se confía en los partidos políticos que aceptan esta mascarada (si la aceptan porque aun creen en ella o por interés, tampoco importa) o en los sindicatos tradicionales, cuando se buscan cambios para un estado concreto en un mundo en el que los grandes poderes son internacionales, cuando se piden medidas como reformas de las leyes electorales; se está predicando en el desierto. Se está buscando un futuro, hablando al presente con palabras del pasado. No es algo fortuito, la mente humana tiende a resistirse a los cambios, los poderosos se aprovechan de ello. Tenemos tantas ganas de no ver, que aunque sepamos, negamos lo que tenemos frente a nuestros ojos.

Siguiendo la lógica de lo expuesto anteriormente, me han preocupado profundamente las reacciones ante los resultados de las últimas elecciones generales españolas por parte de mucha gente que supuestamente se opone al devenir político, económico y social en el que se encuentran Europa y Estados Unidos. Puedo entender que, dado que han sido unas elecciones vaciadas de poder, en las que si el resultado no hubiese coincidido con la intenciones de los auténticos dirigentes de seguro España hubiese corrido la misma suerte que Italia y Grecia, la gente haya acudido a votar por el motivo que sea, pero entendiendo lo vano del proceso. Pero me resulta incomprensible que se indignen y se entristezcan al ver el resultado y, sobre todo, que piensen que uno u otro resultado, hubiese cambiado la realidad en la que nos encontramos, en la que los derechos y las libertades sociales se están recortando a un ritmo frenético. Fuera de puntos muy concretos (algunos importantes a nivel ético y moral, como el del respeto y el reconocimiento de la igualdad de derechos de las personas homosexuales), la política bajo un partido u otro va a ser inevitablemente la misma, porque el gobierno de los partidos políticos ha terminado.

A pesar de que soy muy crítico con el sistema democrático representativo, he votado en varias ocasiones. Me considero una persona moderada y reformista. Aunque evidentemente el anterior sistema, por muchísimos motivos, era un sistema injusto y perverso, pensaba que si se podía matizar un poco la realidad de, al menos, el estado donde me ha tocado vivir, no encontraba razones de peso para no intervenir en ella. Pero hoy, si queremos un cambio, ese cambio va a tener que llegar por nuevas vías, vías que en su mayoría aun desconocemos y que tendremos que inventar. Vías revolucionarias, porque ya vivimos en una revolución, una revolución que la izquierda no ha comenzado, pero a cuyo carro debe subirse si no quiere ver como la situación social de la mayoría se sigue deteriorando. Los cambios sociales profundos, de base, más allá de las simples reformas, no son hoy una opción, ni un futuro, ni una utopía. Son una realidad. El Estado del bienestar y la democracia representativa se han terminado, aun están desmantelando sus estructuras, pero ya son algo pasado. Necesitamos inventar un nuevo mundo al que aspirar, ya sea desde las esperanzas exaltadas o desde la prudencia moderada. Porque si no oponemos una ideología nueva, unos nuevos deseos, al mundo que nos están imponiendo, nos lo impondrán sin remisión. Y ese mundo que se está instaurando en nuestras narices, frente a nuestros ojos, es un mundo horrible.

Lo que desde luego es un absoluto ideal, inocente y estúpido, es pretender que el pasado volverá. El pasado, en el que muchos piensan que aun vivimos, es pasado, para siempre.

Revolución significa: “Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales.” Nos encontramos en plena revolución.

P. D. Los primeros ministros actuales de Grecia e Italia son, respectivamente, Lucas Papademos y Mario Monti. El primero pertenece a la Comisión Trilateral, influyente think tank fundado por el banquero David Rockefeller y relacionado con el mundo de las altas finanzas, ha sido presidente del banco de Grecia y vicepresidente del Banco Central Europeo. Mario Monti pertenece así mismo a la Comisión Trilateral, así como al Club Bilderberg (otra institución internacional privada, integrada por personas influyentes del mundo de la economía y la política); ha ejercido de Comisario Europeo de Mercado Interior y es asesor del grupo de inversión Goldman Sachs.

Ninguno de los dos es militante ni está públicamente vinculado a ningún partido político ni profesa ninguna ideología concreta, más allá del apoyo evidente a los principios de la última fase del gran capitalismo.


4 comentarios:

sediciones dijo...

Estos del bildelberg y demás clubes tienen claros sus objetivos y van a por ellos, se organizan, se planifican, y todos a una.
Nosotros pecamos de ingenuos y románticos, queremos identificarnos a un modelo al 100% y los partidos siguen queriendo representar, no los intereses de clase (eso funcionaba mejor) sino un modus vivendi. Me parece un desastre que la gente haya dejado de prestar apoyo a los sindicatos, en parte tragando con los viejos argumentos de la derecha que estimulan la envidia y perdiendo de vista los aspectos fundamentales de sus reivindicaciones que son para la mayoría. Para muestra: la lamentable reacción de la ciudadanía ante la huelga de controladores alentada por pepiño al grito de "nuestros niños no se pueden quedar sin ir a Disneylandia" y algo así como: encima del pastón que ganan se creen que van a tener derecho a protestar.
Deberíamos pensar en ese narcisismo de las pequeñas diferencias que se alienta y que tan desastrosos efectos tiene en nuestros derechos sociales. La postmodernidad ha atomizado las reclamaciones ciudadadanas y así nos va.

Germán Huici dijo...

Los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) pactan sistemáticamente con los partidos políticos (y con el poder bursátil a través de ellos). Intentan matizar los cambios sociales sin oponerse realmente. Son completamente inútiles y, de hecho, muy contraproducentes. En mi opinión son bastante más nocivos que los partidos políticos, incluidos los de derecha, porque cumplen el mismo papel: mantener a la gente en la ilusión de que dentro de los cauces del sistema, sus supuestos representantes aun ostentan algún poder, pero además su público es el primero que no debería ser engañado, por su perfil ideológico y social.

sediciones dijo...

A pesar de sus errores, es la fuerza que se opone a las reivindicaciones de liberalización de determinadas confederaciones empresariales. Sus logros no son divulgados a bombo y platillo, aunque sí que son difundidas cada una de sus boludeces. Yo solo observo que su declinar ha sido aprovechado por aquellos a quien beneficia, como muy bien señalas en tu artículo cuando aludes a los recortes de derechos sociales.
Y vuelvo a lanzar la pregunta: ¿A quién está beneficiando el desprestigio y la falta de adhesión a los sindicatos?
Me gustaría rastrear los medios y las personas que se ocupan cotidianamente de lanzar argumentos en su contra.Tú también hijo mío ;)

nihil dijo...

te contesto por aqui q se q te mola.
lo de la crisis esta bien pq ha quitado muchas mascaras y ha confirmado muchas sospechas sobre quien es quien y para quien trabaja, para mi estaba claro, ahora es obvio la sumision del poder politico a los mercados, una pena pq esta demostrado q no es bueno para la vida q manden los avariciosos.
por otro lado coincido con tu comentarista, los sindicatos mayoritarios han sido unos estomagos agradecidos, una casta de comodos vividores y unos vendeobreros, no hay mas q ver el infame pacto de las pensiones. dicen q no habia mas remedio q abrirse de patas, pero yo creo q les tienta la posibilidad de tener asiento en la direccion de las mutuas.
pero el caso es q no estoy a favor de q desaparezca este tribunado de la plebe, aunque minima, era un auxilio al menos para pillar informacion